Jóvenes periodistas tuneros rinden homenaje a Fidel y a
Martí en el cementerio de Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, y visitan lugares históricos y culturales de la
heroica provincia.
Llegamos a Santiago de Cuba, a la tierra de las lomas que
abrigaron a nuestros rebeldes. El eco de la historia se siente a cada paso.
Somos una representación de periodistas tuneros, pero aquí nos sentimos
diferentes, como una especie de pasajeros de la historia. Las palmas reales
parecen salidas de un cuadro de Tomás Sánchez. Las casas simulan maquetas
silenciosas. El ruido del motor de la guagua en la que nos trasladamos irrumpe
el silencio. Y llegamos a la primera
parada: la Iglesia del Cobre.
Cientos de peregrinos visitan el lugar. Unos con velas,
otros con girasoles en las manos, todos dispuestos a rendirle tributo a La
Virgen de la Caridad, considerada Patrona de Cuba. Una señora en una esquina
rocea agua bendita, las personas se persignan, muchos han llegado desde lejos
para pagar una promesa, otros encuentran tranquilidad con la oración.
Dentro del santuario todo es armonía. Los ojos de aquella
figura encontrada sobre una tabla hace más de 400 años en la Bahía de Nipe,
provincia de Holguín, observan a sus hijos que se juntan para pedirle todo tipo
de cosas.
Ya salimos de la colosal iglesia. Ella, sentada en la cima
de una loma, se desdibuja en el horizonte mientras nos alejamos. Algunos llevan
para el recuerdo estampillas con la imagen de la virgen y piedras de cobre. Es
su manera de conservar un pedazo de tradición, un pedazo de suelo pisado quién
sabe por cuántos seres humanos, de diferentes países, sencillamente un pedazo
de fe que trasciende para convertirse en un suceso cultural.
La ciudad pronto acaricia la mirada. Para quienes venimos de
una provincia con un relieve llano se nos torna un aperitivo para las pupilas
el enigma de la diferencia. En la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, el
Titán de Bronce nos saluda. Seguimos eufóricos. Un lugar sagrado nos espera: el
Cementerio de Santa Ifigenia.
Mientras tanto, vemos emerger las casas altaneras, porque si
algo tiene Santiago es su capacidad de resistencia, bien lo saben los ciclones,
los sismos y cada huella dejada por nuestros héroes y mártires en la historia,
como los ojos de Abel, como el llanto de las madres que ofrendaron sus hijos a
la Patria.
Ya estamos en el Cementerio de Santa Ifigenia. El asta de la
bandera cubana ondea primorosa. ¡Cuánta belleza y simbolismo en un mismo sitio!
Ahí está José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Mariana Grajales, Antonio
Maceo, Frank País, Emilio Bacardí... ¡Tantos hijos ilustres de esta tierra!
Cada trozo de mármol resplandece más con el brillo del tributo, ese que tantos
cubanos y foráneos les realizan allí.
Pero sin dudas, llegar hasta la humilde roca donde descansa
Fidel, nuestro eterno Comandante en Jefe, es el mayor honor de este periplo.
Frente a la piedra constamos una vez más la grandeza de alguien que, con los
merecidos aplausos, quiso pasar a la posteridad de forma sencilla. Sin embargo,
ya lo dijo Martí, Héroe Nacional de Cuba: “Cuando un hombre grandioso
desaparece de la tierra deja tras de sí claridad pura y apetito de paz”. Y eso
dejó Fidel, un camino lleno de lumbreras.
Afortunados, así se define el sentir de este equipo de la
prensa. Pero las sorpresas del itinerario
aún no acaban. Luego de una escala para almorzar en el restaurante Don
Antonio, de la Ciudad Héroe, momento amenizado por el septeto Cumbre, de música
tradicional, regresamos a Las Tunas.
Junto al cansancio, la alegría de sabernos dichosos. A la
Jornada por el Día de la Prensa, que se celebrará el 14 de Marzo, le debemos
este tesoro de experiencia. Fue una lluvia de inspiración caída sobre nosotros
para crear y ser mejores periodistas.
Por Yelaine Martínez Herrera