viernes, 1 de diciembre de 2017



En la historia de la locución tunera ningún nombre compite en popularidad y carisma con el de Rafael Urbino Santoya, aquel fenomenal hombre de radio que hizo de la voz y del micrófono las razones de su existencia.
Desde que falleció hace ahorita 20 calendarios, nada ha vuelto a ser igual en el éter de la provincia, afligido quizás por la desaparición de quien fue una de las figuras cubanas más relevantes de la profesión en cualquier época.
Hoy he recordado a Urbino especialmente, por ser el primero de diciembre el Día del Locutor. Como ocurre cada año, todas las peñas del gremio lo citan y lo admiran como paradigma para los que comienzan. El consenso es generalizado: cuando se habla de su estirpe, dicho en buen cubano, hay que quitarse el sombrero. Hoy en Radio Victoria, la emisora provincial, su nombre ha sido de nuevo recurrencia en cada programa y espacio informativo
A Urbino me parece verlo caminar por el parque Vicente García con el paso lento de quien nunca tiene prisa, mientras saludaba a cuanta persona se le cruzaba en el camino. Aquel grandulón de más de seis pies de estatura y sempiterno tabaco entre los labios jamás dejó de identificarse con su pueblo. Desde la cabina de transmisión extendió un hilo conductor hasta sus oyentes, quienes adoraban su originalísima manera de actuar y de decir.
Los carnavales tuneros eran la ocasión para que Urbino mostrara las dotes del comunicador y de guasón que siempre fue. Entonces su voz devenía música, alegría, carcajada, incentivo para el esparcimiento... Su proverbial capacidad para crear frases célebres parió aquella «... una buena piba fría en el león pelao» para referirse a una perga llena de cerveza helada adquirida en los termos gigantes que solían emplazarse cerca del parque Maceo.
Ante el micrófono su actuación profesional rozaba la frontera de la excelencia, con su voz grave y fuerte, capaz de desdoblarse en una variada gama de matices así  fueran de alegres o trágicos las motivaciones que la convocaran: desde ambientar con ritmos populares la producción para un festejo familiar hasta radiar un mensaje con el anuncio de un fallecimiento en un humilde barrio. Nadie -ni antes ni después- lo supo hacer como él.
Diré una perogrullada, pero no encuentro nada mejor para referirme a este hombre poco común: quien pretenda escribir la historia de la radio en Las Tunas no puede obviar el legado de Rafael Urbino Santoya, más que locutor, auténtico referente del micrófono. Tan honda huella dejó que una cátedra tunera de radio ostenta su nombre y también se premian con él los honores por la  Obra de la Vida. ¡Qué gran homenaje, gran hombre!
Por Juan Morales Agüero 

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