Con su deceso, y tras 90 años de vida fecunda, dejó para la posteridad una obra de incuestionable valor para las futuras generaciones de revolucionarios y para los pueblos subyugados de todo el planeta.
La suya, fue una vida dedicada al estudio e interpretación de los problemas más profundos por los que atraviesa la Humanidad, que le granjearon la admiración de los humildes en numerosas latitudes, el reconocimiento de múltiples estadistas y el respeto de sus más acérrimos detractores.
Con Fidel a la vanguardia, Cuba dejó de ser la pequeña y muchas veces ignorada isla del caribe, para convertirse en un lugar de obligada referencia para los dignatarios, politólogos y hombres de ciencia de todos los continentes.
El hecho de construir una revolución socialista, borrar la explotación capitalista y emprender extraordinarios proyectos de justicia social, fomentar la capacitación técnica e impulsar la solidaridad internacional, lo colocan entre los líderes más admirados del mundo moderno.
Pero, el mayor mérito de Fidel, fue el de haber avizorado, que la Revolución, NO era solo su proyecto, sino una obra que requería de un sólido respaldo popular y de nuevas generaciones capaces de impulsarla y darle continuidad.
Fue así, como aquel 25 de noviembre de hace TRES años, falleció con la confianza, la seguridad y el convencimiento de que su obra continuaría avanzando a planos superiores, a pesar de las dificultades que se presenten en el camino.
La multitudinaria despedida en todo el país en su marcha hacia la inmortalidad, fue la mejor respuesta, a los que auguraban el debilitamiento de la Revolución, cuando NO contáramos con la generación histórica y sin Fidel.
Pero, una vez más se equivocaron.
En el pueblo hay muchos Fidel.
Fidel se ha multiplicado en millones de cubanos, quienes juramos ser fieles a su legado y a su concepto de Revolución.
En el tercer aniversario de su deceso, levantamos más alto las banderas del patriotismo, la dignidad y el coraje, para decirle, que puede descansar en paz, y que la Revolución no se detendrá en su marcha victoriosa.
Por: Luís Manuel Quesada Kindelán.