Antes de conocer algo de un periódico por dentro, casi que
me rompía la cabeza tratando de adivinar, cómo era posible llevar una imagen a
un papel, sin pensar siquiera que un día yo iba a estudiar los principios de la
fotografía y el fotograbado como especialidad de las Artes Gráficas.
Así, por primera vez en mi corta vida, escuché hablar de
Tipografía, Impresión, Fotografía de prensa, Fotograbado, Linotipo..., como
algunas de las especialidades relacionadas con los periódicos, y enseguida me
fascinó la idea de convertirme en fotorreportero y escuché con atención todo lo
que debían hacer los interesados.
Era por aquel entonces estudiante de secundaria básica y
tenía fascinación por las cámaras, las fotos, el cine y el periodismo, y
estando en noveno grado se apareció a mi escuela un periodista y fotógrafo que
le decían Gallo y conversó con los alumnos para captar estudiantes para
diferentes especialidades de las Artes Gráficas, porque ya se vaticinaba la
nueva división político administrativa en Cuba, y el territorio donde vivíamos
sería una provincia y se abriría un periódico diario y había que preparar a los
especialistas que trabajarían en la futura empresa.
Unos días después, varios estudiantes nos personamos en la
dirección del Partido Comunista del entonces Territorio Tunas-Puerto Padre,
perteneciente a la provincia de Oriente, y nos presentamos ante Gallo, cuyo
verdadero nombre era Rosano Zamora Paadín y era el padre del periodismo
revolucionario en la región, quien tenía la misión de echar a andar el futuro
periódico, desde su posición de funcionario del Partido.
Nos apuntamos como pretendientes de futuros especialistas de
las Artes Gráficas, con vistas a estudiar en la escuela poligráfica provincial
Félix Bravo Hernández, de la ciudad de Santiago de Cuba, capital de Oriente, y
unos días después tendríamos que presentarnos en aquel centro para hacer el
examen de aptitud, que nos daría el pase a los estudios.
Y así llegó el día, y a Santiago nos fuimos un grupo como de
30 estudiantes de diferentes secundarias básicas, y en tren llegamos a la
famosa urbe oriental, llena de lomas, historia y gente hospitalaria, por donde
había comenzado la Revolución que triunfó el primero de enero de 1959, con el
ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, por un grupo de jóvenes
comandados por Fidel Castro. Durante todo un largo día hicimos el examen
cientos de alumnos de toda la provincia de Oriente y regresamos a casa en
espera de la selección final.
Por aquellos días el curso escolar 1971-1972 terminaba, y un
día Gallo, que vivía muy cerca de mi casa, me llamó y me dijo que había sido
uno de los seleccionados y que tendría que marchar a Santiago a finales de
agosto para comenzar el calendario docente el primero de septiembre, creo, y
así fue.
De mi territorio habíamos sido seleccionados José Pérez
Gamboa, Walfrido Machado (Palito), Alexis Peña López, Norge Santiesteban Vidal,
Carlos y Alberto, cuyos apellidos no recuerdo y yo, quienes partimos a Santiago
en la fecha prevista para iniciar el calendario 1972-1973.
Cuando llegamos a la escuela comenzaron a repartirse las
especialidades según las solicitudes, y en Fotografía solo había una plaza, que
en el caso de Las Tunas pedíamos Norge y yo y no recuerdo por qué se la
otorgaron a Norge. Entonces me decidí por el Fotograbado, junto con Alexis, de
lo cual me alegré tiempo después, porque con los mismos principios de la
fotografía era una especialidad inédita en mi territorio y algo verdaderamente
fascinante. José Pérez, Palito, Carlos y Alberto se inclinaron por la Impresión
y la Tipografía.
Las clases teóricas se impartían en la escuela, ubicada en
la calle Calvario entre Enramada y San Gerónimo, en el mismo corazón de la
ciudad, y la práctica se hacía en los diferentes talleres de las Artes
Gráficas. En el caso de Fotograbado Alexis y yo hacíamos las prácticas en el
periódico Sierra Maestra, emblemático diario de Cuba, y que abarcaba a toda la
provincia de Oriente, la más grande del país.
A la vuelta de tantos años me es imposible narrar la
experiencia que para mí (y para Alexis) representaba estar dentro del periódico
Sierra Maestra, por lo que era aquel medio de prensa. Y yo, además de estudiar
en profundidad el Fotograbado, no me perdía ni uno de los rincones del taller y
la Redacción del diario, y tuve en Bell y Ocaña a mis grandes profesores del
Fotograbado, que me cautivó para siempre.
El Fotograbado cuenta como especialidad con tres
departamentos: Copia, Pase y Grabado, y aunque uno se formaba integralmente,
después de graduados los fotograbadores se especializaban en uno de los tres.
La Copia (el más fascinante para mí y del que depende la
calidad del trabajo final), consiste en copiar en una película la foto que se
quiere llevar al papel, mediante una cámara fotográfica oscura y a través de
una retícula o trama, para lograr los puntos en relieve. La luz utilizada es
cegadora, y se logra mediante carbones para que la imagen se capte a través del
lente. Es preciso seleccionar la abertura precisa y el tiempo preciso de
exposición, para que el negativo no quede ni subexpuesto ni sobrexpuesto.
Ese negativo se lleva al departamento de Pase, en el que se
utiliza una plancha con una aleación de zinc y aluminio que se limpia con un
polvo llamado piedra pome para quitarle toda la grasa. Cuando está
completamente limpia se cubre con un esmalte sensible a la luz que se seca
mediante calor, luego se le coloca el negativo encima y se le expone a la luz,
también de carbón. Una vez expuesta ya la fotografía queda captada en la
plancha, pero es necesario lograr el relieve para la impresión y entonces
aparece el Grabado, que cuenta con una máquina con ácido nítrico rebajado con
agua.
Dentro de esa máquina se coloca la plancha con la foto y se
echa a andar; la máquina cuenta con unas paletas que giran a velocidad y le van
tirando ácido a la plancha, para ir comiendo las partes blancas de la imagen.
Al final, los puntos quedan a relieve y la fotografía está lista para la
impresión.
Todo este proceso requiere de mucha maestría porque la
precisión es vital en cada uno de los departamentos para lograr un trabajo de
excelencia.
Una vez graduados en el curso escolar 1973-1974, regresamos
a Las Tunas, pero como el periódico no había comenzado, me reorienté hacia la
educación y comencé a formarme como profesor de Secundaria Básica, hasta que en
1978, cuando ya Las Tunas era provincia desde 1976, se iniciaron los
preparativos del inminente diario con el montaje de todo el taller y la Redacción,
y el 26 de julio de 1878, con la primera edición, salieron a la luz nuestros
primeros grabados, todo un acontecimiento personal y para la provincia.
Por Miguel Díaz Nápoles
Por Miguel Díaz Nápoles