Hace unos días atrás, mientras navegaba a todo trapo por las
difíciles aguas Internet, me di de narices con el texto de una conferencia
dictada por el intelectual español Camilo José de Cela en una universidad
europea. Percibí desde su mismo título que el autor hablaba acerca del
periodismo -«me siento entre compañeros ya que hace medio siglo que tengo carné
de periodista», dijo -, pero, sobre todo, de eso en particular, del periodista.
Como el tema me toca de cerca, consumí el material hasta su
última línea. Principalmente atraído por lo que Cela ofreció como adelanto.
Dijo: « Somos todos los aquí reunidos gentes de mejor o peor letra que, por
razón de fatalidad quizá histórica, manejamos la letra como herramienta y aún
la esgrimimos como arma que, a veces, se nos vuelve como el bumerán y nos
descalabra o, al menos, nos asusta con la amenaza del descalabro».
Acto seguido, abordó el asunto con una frase concisa y
sugerente: “Son varios los supuestos de los que ha de partir el periodista para
el buen ejercicio de la profesión”. Y comenzó diciendo: «El periodista debe…»
1- Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciese
o lo que imagina que aconteció.
2- Decir la verdad anteponiéndola a cualquier otra
consideración y recordando siempre que la mentira no es noticia.
3- Ser tan objetivo como un espejo plano. La manipulación y
la especulación caben en la literatura, pero no en el periodismo.
4- Callar antes que deformar; el periodismo no es ni el
carnaval, ni la cámara de los horrores, ni el museo de figuras de cera.
5- Aspirar al entendimiento intelectual y no al
presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.
6- Funcionar acorde con su empresa, ya que un diario ha de
ser una unidad de conducta y de expresión y no una suma de parcialidades.
7- Recordar que el periodista no es el eje de nada sino el
eco de todo.
8- Huir de la voz propia y escribir siempre con la máxima
sencillez y corrección posibles y un total respeto a la lengua. Si es ridículo
escuchar a un poeta en trance, ¡qué podríamos decir de un periodista
inventándose el léxico y sembrando la página de voces entrecomilladas o en
cursiva!
9- Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a
todo trance y, manteniendo siempre los debidos respetos, no inclinarse ante
nadie.
10- No ensayar la delación, ni dar pábulo a la murmuración
ni ejercitar jamás la adulación: al delator se le paga con desprecio y con la
calderilla del fondo de reptiles; al murmurador se le acaba cayendo la lengua,
y al adulador se le premia con una cicatera y despectiva palmadita en la
espalda.
Y dijo para finalizar el también Premio Nobel de Literatura:
«En español se dice que a las armas las carga el diablo, pero no es éste
nuestro caso a poco que probemos a manejarlas con serenidad y buen sentido. De
su inteligente uso dependerá, en gran parte, la suerte que corra la lectura en
la atención y el ánimo de los demás: la afición o aversión que los demás
muestran a lo que nosotros nos atrevemos a servirles. Miremos para dentro de
nosotros, buceemos en nuestra conciencia, auscultemos nuestro entendimiento y
sigamos luchando para que la lectura gane cada día una nueva voluntad».
Por Juan Morales Agüero