A propósito del
Aniversario 50 del asesinato del Che
En la madrugada del 25 de noviembre de 1956, luego de
intensas jornadas de preparación, 82 combatientes dirigidos por el doctor Fidel
Castro Ruz, abordaban el yate Granma en el puerto mexicano de Túxpan, para
iniciar una azarosa travesía e iniciar la lucha guerrillera contra la dictadura
de Batista, en las montañas orientales.
Entre esos hombres se encontraba el doctor Ernesto Guevara
de la Serna, un joven médico argentino, al cual desde su ingreso al
destacamento, todos identificaron como el Che.
Durante su estancia en México para el entrenamiento previo y
en el transcurso del accidentado viaje hasta las costas cubanas, Guevara
demostró una vez más su férrea voluntad de enfrentar todos los obstáculos, sus
dotes de organizador y sobre todo, la
valentía y la firmeza de sus convicciones revolucionarias.
La travesía se dilató dos días más de lo planeado debido a
numerosos inconvenientes, por lo que debieron desembarcar el 2 de diciembre de
1956 por Las Coloradas, cerca de Niquero, en la antigua provincia de Oriente,
sin contactar con las personas que esperaban el arribo de Fidel y sus hombres,
para conducirlos a la Sierra Maestra.
Tras una marcha lenta y agotadora por los manglares de la
costa, tres días después, el grupo fue atacado por la aviación y emboscado por
el ejército batistiano, en el lugar conocido por Alegría de Pio.
Como consecuencia del desigual combate, la mayor parte de
los expedicionarios cayeron combatiendo,
fueron asesinados o hechos prisioneros.
Otros, se dispersaron
en pequeños grupos por las estribaciones de la Sierra Maestra, sin contacto
entre ellos, ni con los compañeros del Movimiento en esa zona.
En semejante situación se encontraba el Ché Guevara, quien
había resultado herido en el cuello y deambulaba por aquellos montes, en un pequeño grupo de ocho hombres dirigidos
por Juan Almeida, en medio de una desesperada situación por el hambre, la sed y
la persecución del enemigo.
La debacle del desembarco fue noticia de primera plana y en
la lista de muertos dada por el gobierno, aparecían Fidel y Raúl Castro, Juan
Almeida y Ernesto Guevara, lo que afectó hondamente a su familia.
Sin embargo, para fin de año recibieron una nota del Che,
con sello del correo cubano, que decía:
“Queridos viejos: Estoy perfectamente, gasté solo 2 y me
quedan cinco. Sigo trabajando en lo mismo, las noticias son esporádicas y lo
seguirán siendo, pero confíen en que Dios sea argentino. Un gran abrazo a
todos, Teté”.
Luego de la penosa travesía en el yate Granma, el angustioso
desembarco por un lodazal cercano a playa Las Coloradas, y el descalabro de Alegría de Pio, seguirían
días difíciles para aquel pequeño grupo en el que se encontraba el Che, y que
el se encargaría de describir más tarde con el rigor y concreción periodística
que le caracterizaba.
Por: Luís Manuel Quesada Kindelán