La historia del magisterio tunero data de siglos atrás.
Aunque se ignora la identidad de su maestro fundacional, se sabe que el párroco
José Rafael Fajardo estuvo entre los primeros. Este religioso, abuelo de Juan
Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), asumió la enseñanza de su ilustre
nieto y lo acercó a la obra de los poetas Zequeira y Rubalcaba en el primer
tercio del siglo XIX.
En cuanto a la instrucción pública, los anales apuntan que
fue en noviembre de 1902 cuando llegaron a Las Tunas las primeras maestras
graduadas, procedentes de Holguín. Fueron las señoritas María Santanachi y
Consuelo Pérez del Villar. Días después arribó el señor Joaquín Dotres Dubrocá,
el primer maestro que impartió docencia aquí después de terminadas las guerras
de independencia.
Si de maestras insignes se trata, aquella época vio brillar
a Celsa Bello de Uribe. Esta educadora comenzó su itinerario por las aulas el 7
de enero de 1907. Su padre, Sacramento Bello, fue mambí. Tal vez por eso, y por
haber aprendido a leer y a escribir con María García, hija del Mayor General
Vicente García, fue Celsa una gran divulgadora entre sus alumnos del ideario
martiano.
Celsa trabajó durante 58 años hasta su jubilación en 1957.
Pero aun así, se dedicó a asesorar a maestros noveles, a preparar a los
estudiantes de la escuela normal y a ayudar a otros para su ingreso en
instituciones de nivel superior. En
1978, en el Acto Nacional de homenaje a los trabajadores de Educación, fue
Invitada de Honor y se le confirió la Orden Frank País. Celsa Bello de Orive
falleció en nuestra ciudad el 25 de octubre de 1986, a los 97 años.
Otra maestra que prestigió nuestra enseñanza fue Rita Orozco
Batista. A pesar de no ser tunera legítima, dejó aquí un ejemplo de
consagración profesional. Rita nació en
la zona de Holguín, el 22 de mayo de 1879, pero vivió muchos años en esta
ciudad, donde se granjeó el cariño y el respeto. Esta educadora ostenta un
récord singular: impartió clases durante varias etapas de la historia cubana:
colonialismo, ocupación norteamericana, neocolonia y Revolución en el poder. A
juzgar por sus biógrafos, laboró oficialmente por espacio de 63 años, amén de
otros 10 de manera extraoficial.
En su carrera solo
tomó 14 días de descanso, y fue cuando nació su único hijo. Rita falleció el 7
de julio de 1963. El Premio Provincial de Pedagogía lleva su nombre. Y la
Asociación de Pedagogos de Cuba la incluyó entre las maestras más destacadas
del siglo XX en el país.
MOMENTOS IMPORTANTES
En la etapa pre-revolucionaria hubo en Las Tunas centros
célebres, como los colegios José Martí, Panchín Varona y la academia Regil. Y,
en especial, la llamada Escuela de las Seis Aulas. Fue una de las pocas instituciones educacionales
públicas de la ciudad. En la sesión de la mañana, ofertaba clases para las hembras,
y en la de la tarde, para los varones. Por la noche sus locales cambiaban de
perfil para ofrecer lecciones de Inglés. A inicios del curso, los pupitres
resultaban insuficientes para acomodar tantos discípulos matriculados. Luego,
transcurridos tres o cuatro meses de
lecciones, sobraban.
Si individualidades y escuelas prestigiaron nuestra
docencia, sucesos como la campaña de alfabetización también le aportaron
gloria. Esta cruzada contó con apoyo popular y solidaridad internacional, pues
se ofrecieron voluntarios de Guatemala, Venezuela, Francia, Argentina, Bolivia,
Perú, Haití, Italia, España y Estados Unidos.
Los alfabetizadores se captaron entre las personas con
capacidad y disposición para acometer la misión. A escala nacional,
participaron casi 270 mil. De ellos, 34 mil eran maestros y el resto amas de
casa, obreros, jubilados, estudiantes… Llegaron
a los lugares más remotos, incluyendo cárceles y hasta barcos de
pescadores.
En Las Tunas, la campaña devino el hecho cultural más
importante de su historia. El panorama educativo que encontraron aquí los
brigadistas fue pavoroso. Según el censo de 1953, solo el 6,7 por ciento de la
población tenía vencido el sexto grado. El nivel promedio no llegaba al segundo
grado. Y la tasa de escolarización era
de apenas el 28,6 por ciento, en todos los casos los peores índices del país.
La región tenía solo 113 graduados universitarios.
Para enfrentar tal situación, 10 mil alfabetizadores tomaron
sus cartillas y partieron con la luz de la enseñanza hasta las zonas de más
difícil acceso de la comarca. La campaña terminó con un elevado índice de
tuneros que aprendieron a leer y a escribir. El 16 de diciembre de 1961,
Victoria de Las Tunas fue declarada territorio libre de analfabetismo.
En la siguiente etapa, la región comenzó a desarrollar el
nuevo sistema educacional, en especial lo relacionado con la formación de
personal docente. Los resultados llegaron. Si en el curso 1958 – 59 la
matrícula territorial frisaba los 5 000 alumnos, ya en el curso 1963-64 ascendía
a más de 50 mil, con un millar de maestros.
En julio de 1980, casi 50 mil tuneros recibieron el
certificado de sexto grado. Y un lustro después, otros 30 mil se agenciaron el
de noveno. Estas cifras crecieron hasta alcanzar las cotas de excelencia que
exhibe hoy la provincia, entre ellas 90 mil alumnos matriculados en todas las
enseñanzas al iniciar el presente curso escolar y una elevada cantidad de
educadores con títulos docentes universitarios.
Del legado de los maestros de antaño se nutre también hoy el
movimiento educacional tunero. Sus enseñanzas figuran en cada éxito y en cada
conquista.
Por Juan Morales Agüero