lunes, 23 de julio de 2018


Parece que el tiempo ha transcurrido con extrema rapidez, pero no es así.

Basta mirarse frente al espejo, para comprobar cuanto hemos cambiado. El cabello, por suerte aún sobre mi cabeza, denuncia con su blancura el paso de los años. Ya los movimientos no son tan ágiles como antes y la mente a veces comienza a no retener hechos cotidianos recientes, pero el pasado, los acontecimientos vividos, permanecen allí de manera imborrable.
Quién puede olvidar aquellos días de tensión, que sucedieron al heroico asalto a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
Tras el revés táctico que significó la acción, dirigida por un joven abogado, poco conocido por la población y nombrado Fidel Castro Ruz, el ejército batistiano comenzó a cumplir la orden del tirano Fulgencio Batista de asesinar a los combatientes revolucionarios heridos o prisioneros y desató una intensa búsqueda de los que lograron escapar.
La prensa, fue sometida a una férrea censura y solo después de concluida la matanza en los cuarteles, convocaron a los reporteros para entregarle la versión oficial de los hechos y mostrar los cuerpos de los jóvenes asesinados, a quienes presentaron como muertos en combate.
En los días posteriores de aquel 26 de Julio, los jefes militares y sus soldados desplegaron una amplia movilización para localizar a Fidel y  otros combatientes, quienes intentaban penetrar en las montañas orientales para abrir un frente guerrillero.
Capturar a Fidel y conocer el nombre de los autores intelectuales del asalto, se convirtió en una verdadera obsesión, para el ilegal gobierno de Batista y sus soldados.
En la tarde noche de los hechos, cuando regresaba de Gibara para Las Tunas, fui testigo del enorme despliegue militar y del registro minucioso de los autos y sus ocupantes.
Cuando llegó nuestro turno, preguntamos a los soldados lo que había sucedido y uno de ellos nos respondió, que buscaban a unos comunistas,  que habían asaltado el Cuartel de Santiago de Cuba.
Dos palabras claves por esos tiempos, justificaban las requisas e investigaciones oficiales del régimen: comunistas y autores intelectuales.
No concebían que podía ser de otra manera, acostumbrados a que detrás de cada suceso, existían una o varias personas, que lo dirigían y permanecían bien alejados del peligro.
Ese no era el caso de los sucesos del Moncada: el organizador principal, Fidel Castro, fue al combate al frente de sus compañeros y no abandonó sus intenciones de continuar la lucha.
Lo que sucedió después, es historia conocida.
El juicio, la autodefensa conocida como “La Historia me absolverá”, la prisión fecunda, el exilio y el regreso a la patria para reiniciar la lucha.
Ni comunistas convencidos, ni autores intelectuales, dirigiendo tras bambalinas.
Fidel lo dejó bien claro, los atacantes del Moncada eran profundamente martianos, que no dejaron morir al Apóstol en el año de su centenario y Martí era el único autor intelectual de aquella gesta por la libertad, la soberanía y la independencia definitiva de los cubanos.


Por: Luís Manuel Quesada Kindelán.


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