Una reflexión del presidente de la Upec a propósito del panel La prensa cubana en la encrucijada de la reforma constitucional, que tendrá lugar este miercoles 15 de agosto
Junto a su más determinante prueba cívica de los últimos
años, la sociedad cubana asistirá, a partir de este simbólico 13 de agosto, a
un examen singular de su capacidad de ensanchar el modelo popular
participativo, democrático y de generación de consensos, en los que la prensa y
los periodistas seremos determinantes.
Dejamos atrás la época en que la unanimidad y la
homogeneidad paralizantes y simplificadoras servían de estandarte a la unidad,
frente al reconocimiento de la heterogeneidad, la pluralidad, la diversidad y
la diferencia como claves para el debate y el encuentro de las ideas comunes,
que permitan erigir y avanzar la nueva plataforma humanista que busca levantar
la Revolución desde el VI del Partido.
Sin una dimensión clara de lo que este desafío significa
sería imposible responder felizmente, desde nuestra profesión, al clamor de
rearmar institucionalmente la patria martiana y socialista, y contribuir al
análisis y al balance de las ideas que desemboquen en la nueva constitución
política de nuestro Estado y a su reorganización, a tono con las exigencias y
posibilidades de estos tiempos; estableciendo la autoridad, la forma de
ejercicio de la misma, los límites de los órganos públicos, los derechos y
deberes fundamentales de los ciudadanos y las garantías de la libertad política
y civil del individuo, como propósitos ineludibles de toda Carta Magna.
Para alcanzar el objetivo anterior no puede perderse de
vista que la reforma de la Constitución no es un fin en sí mismo, porque lo
esencial es responder a urgencias determinadas de regulación —como las que se
proponen ahora, por ejemplo, en el ámbito de los derechos humanos, civiles y de
otra naturaleza, la propiedad, o la transformación de la estructura del
Estado—, así como ampliar la base de legitimación de nuestro sistema político,
perfeccionando su capacidad de incluir y de integrar, en vez de apartar o
enajenar en un nuevo contexto histórico.
Será precisamente el debate profundo de la propuesta de
reforma de la Constitución la que posibilite converger esa multiplicidad de
ciudadanos que tienen cuestionamientos de los preceptos que se proponen a una
renovada Ley Suprema, posibilitando que sus posiciones, no pocas veces
contradictorias, desemboquen en el establecimiento de un nuevo consenso
unitario, que incluso podría implicar la aceptación de posiciones que no se
comparten a cambio de las que se consideran fundamentales.
El punto de partida debe ser que la construcción del
consenso parte de la expresión del disenso, que nace de aceptar la opinión de
los demás en pos del bien común.
De ahí lo relevante de que durante este proceso se
manifieste el mayor grado de innovación y creatividad de nuestros profesionales
en las plataformas tradicionales y en los canales que ofrecen las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación, para que se transparente lo
más amplia y coherentemente ese debate y se muestre la forma en que las
instancias pertinentes lo recogen, evalúan y tienen en cuenta.
Adicionalmente, nuestros profesionales y los medios, como
parte inseparable del pueblo que se erige abrumadoramente en constituyente,
tiene la responsabilidad de, como parte de los mecanismos de control y
soberanía populares, realizar su propio ejercicio público de estudio,
decodificación y crítica de la propuesta.
Este será también un complejo ensayo de la efectividad de la
comunicación política y del sistema de medios públicos del país. Se trata de
demostrar la ascendencia y autoridad de los mismos en el controvertido
escenario infocomunicacional actual. Se precisa conectar equilibradamente la
historia, las ideas políticas y el derecho en las condiciones peculiares de
nuestro país.
No es casual que, desde sus primeras intervenciones públicas
tras asumir la dirección del Partido y del Estado y plantear las bases para la
enorme transformación en marcha, el ahora Primer Secretario del Partido,
General de Ejército Raúl Castro, se propusiera dignificar la discrepancia como
fórmula de mejoramiento de la Revolución, como principio de su funcionamiento y
como método de consenso.
De su peculiar estilo rotundo y directo se puede interpretar
que quienes discrepan de la verdad cómoda no subvierten a la Revolución. Esta
solo puede ser subvertida por la hipocresía y el acomodamiento del carácter,
que no termina en otra cosa que en la prostitución del alma. De esta forma
elevamos a la verdad martiana, vista como el deber de todo hombre a decir lo
que piensa, y a pensar y hablar sin hipocresía, al altar de la honradez y la
decencia patrias.
En su discurso ante los santiagueros, el pasado 26 de Julio,
Raúl se refirió al trascendental ejercicio político y democrático que
constituirá el debate de la nueva Constitución y destacó que el éxito de este
proceso dependerá, en primer lugar, de la participación activa y comprometida
de los cubanos, bajo la conducción del Partido y el concurso de la Unión de
Jóvenes Comunistas y las organizaciones de masas.
También el Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, subrayó, tras el debate de la propuesta
ante la Asamblea Nacional, que el ejercicio de participación directa del pueblo
adquiere la mayor relevancia política y será un reflejo más de que la
Revolución se sustenta en la más genuina democracia. En ese sentido llamó a
cada cubano a expresar libremente sus opiniones y contribuir a alcanzar un
texto constitucional que refleje el hoy y el futuro de la Patria.
Lo que está en juego con la propuesta de reforma de nuestra
Ley de leyes es la madurez de la Revolución Cubana para sobrevivir a su
liderazgo histórico y que el orden constitucional que fundó, sometido ahora a
profunda reconfiguración, garantiza, por la voluntad soberana de la mayoría de
los cubanos, la irreversibilidad del socialismo como ideal resumen de los
sueños de generaciones de revolucionarios.
En este trascendental reajuste institucional los periodistas
han de tener el camino expedito para apoyar el debate cívico y el contragolpe
revolucionario.