Las imágenes le hacen una gran contribución al periodismo. Y
los profesionales que las consuman son imprescindibles en la profesión. En un
artículo acerca del auge de la fotografía en la era digital, donde casi todos
tenemos una cámara y vivimos el avasallamiento de la tecnología, un directivo
del diario mexicano La Jornada escribió
«Más allá de este maremágnum de usuarios eventuales de
cámaras fotográficas, hay un gremio cuya función mediática es el
envés de las imágenes de las cámaras-juguete: los fotógrafos que atienden la
otra cara de la noticia: la de su ilustración con imágenes verídicas y
realistas, que en su nivel más simple pueden aportar solo un elemento visual,
pero que tienen autonomía propia e, incluso, una lectura paralela tan
importante o más que el texto que ilustran».
Vuelvo al aforismo con el que inicié mi comentario: «Una
imagen vale por mil palabras». Bueno… ¡a veces sí y a veces no! Porque sabemos
que algunos textos no precisan de imágenes. Pero, como bien afirma el colega
azteca, «es cierto también que cualquier publicación noticiosa sin imágenes
resultaría un cuerpo amorfo e invertebrado, sin la sustancia y la vida de esa
insustituible experiencia visual que solo facilita la fotografía periodística».
Yo admiro a los fotógrafos de prensa que andan siempre en
busca del mejor ángulo y el mejor momento para apretar el obturador. Los admiro
por su resistencia al desafío que entraña perseguir día tras día la realidad,
siempre con sus sentidos en alerta roja. Los admiro por ser cazadores
comprometidos con quienes, además de la noticia, necesitan alimentar su
«hambre» de información mediante la contundencia única que proporciona la
imagen fotográfica.
Por Juan Morales Agüero