Entrevistar al Comandante en Jefe Fidel Castro fue siempre
el sueño dorado de muchos periodistas en cualquier parte del mundo. Quienes
lograron hacerlo, no solo sumaron un importante lauro a su currículo
profesional, sino que, además, tuvieron la ocasión de conversar cara a cara con
una de las personalidades más trascendentes del último medio siglo.
Reseñar cada una de esas entrevistas constituiría una tarea
poco menos que irrealizable. En este espacio pretendo condensar algunas de las
más conocidas. Fueron sus ilustres contrapartes un famoso editorialista
norteamericano, un fraile brasileño y un intelectual franco-español.
HERBERT E. MATTHEWS, EL PRIMERO
El primer periodista que entrevistó a Fidel en las montañas
orientales fue el norteamericano Herbert E. Matthews. El suceso tuvo lugar el
17 de febrero de 1957, en la finca del campesino Epifanio Díaz, hasta donde el
reportero llegó desde su país, con escala en la capital cubana y fachada de
turista. Tuvo que vencer muchos obstáculos. «Penetrar en la Sierra Maestra y
entrevistar a Fidel Castro significó un riesgo terrible para docenas de hombres
y mujeres en La Habana y en Oriente», reconoció más tarde.
Días después vio la luz la primera parte de la entrevista,
que recorrió el mundo en la portada del diario The New York Time, el más
influyente de los Estados Unidos. Santiago Verdeja, a la sazón Ministro de
Defensa del dictador Fulgencio Batista, se apresuró a tildarla de patraña, y
desafió a sus editores a publicar una foto que demostrara su autenticidad. Su
reto fue aceptado, y el 28 de febrero el diario puso en primera plana una
instantánea del líder rebelde tocado con una gorra y con un fusil al hombro.
Fidel y Matthews hablaron aquella vez durante tres horas
casi en susurros, pues el Ejército operaba por allí en busca del grupo rebelde.
El reportero describió así al revolucionario: “Un hombre corpulento, de seis
pies, de piel aceitunada, de cara llena y de barba dispareja”. Y acto seguido:
“Su personalidad es abrumadora. Es fácil convencernos de que sus hombres lo
adoran y comprenden por qué es el inspirador de la juventud cubana. (…). Un
hombre de ideales, de coraje y de cualidades para el liderazgo”.
Durante el diálogo, ambos estuvieron sentados sobre una
frazada, mientras fumaban puros y bebían café. Matthews preguntó cuanto quiso.
Al terminar, calificó a su entrevistado como “un gran conversador”. Fidel
respondió así a una de sus interrogantes:
-Puedo asegurar que no tenemos animosidad contra los Estados
Unidos y el pueblo norteamericano. Sobre todo, estamos luchando por una Cuba
democrática y por la conclusión de la dictadura. No somos antimilitaristas; por
eso es que dejamos libres a los soldados prisioneros. No tenemos odio contra el
Ejército porque sabemos que hay buenos hombres, incluyendo a muchos oficiales.
La entrevista no solo burló la férrea censura del régimen.
También ridiculizó a sus voceros, quienes aseguraban que los expedicionarios
del Granma y su líder habían sido aniquilados luego de su desembarco en Alegría
del Pío, el 2 de diciembre de 1956. «Fidel Castro, el jefe de la juventud
cubana, está vivo y pelea duro y exitosamente en los inhóspitos y casi
impenetrables parajes de la Sierra Maestra», certificó Matthews en el diario.
FREI BETTO, FIDEL Y LA RELIGIÓN
El religioso brasileño Frei Betto conoció a Fidel el 19 de
julio de 1980 en Nicaragua, durante los actos por el primer aniversario de la
revolución sandinista. Fue el inicio de una larga amistad. Al año, el fraile
visitó por primera vez Cuba, con motivo del premio literario Casa de Las
Américas. Antes de partir para su país, José Ramón Miyar (Chomy), por entonces
secretario del Consejo de Estado, lo invitó a su casa. Casi a la media noche
hizo su entrada Fidel. El diálogo entre
ambos fluyó como entre viejos conocidos. Y el tema de la fe no tardó en salir a
relucir.
Betto quiso saber sobre la formación religiosa de Fidel, de
su familia y hasta de la religiosidad del pueblo cubano. Años después, en
charla con dos colegas de oficio, admitió que aquella vez quedó sorprendido por “cómo él tenía un análisis,
una mirada positiva sobre el fenómeno religioso, y siempre contextualizando los
equívocos”.
Casi amanecía cuando el visitante le preguntó a Fidel si
estaría dispuesto a abordar de nuevo el asunto en un futuro próximo. “Es que
tengo pensado escribir un libro sobre Cuba para los jóvenes brasileños, y me
gustaría incluir un capítulo que aborde sus opiniones sobre la religión”,
argumentó. Fidel aceptó y decidieron realizar la entrevista tres meses después.
Era mayo de 1981 cuando Betto retornó a Cuba con un
cuestionario de 64 preguntas. Pero la salida al aire desde las sentinas
contrarrevolucionarias de Miami de la mal llamada Radio Martí, monopolizó la
agenda al Comandante en Jefe, quien lo telefoneó para comunicarle que no sería
posible la entrevista. “Me sentí como el pescador de ´El viejo y el mar´, la
novela de Hemingway. Y me dije: ´Yo pesco ahora este tiburón, o se me escapa
definitivamente". Le insistí tanto que, luego de pasarle la vista a
algunas de mis preguntas, me dijo: “mañana comenzamos´”.
Cuando le preguntaron cuán arduo resulta conseguir una
entrevista con Fidel, Betto declaró: “Lo difícil es agarrarlo. Después que se
logra, es muy fácil, él se pone muy a gusto, muy tranquilo”. El encuentro se
realizó en el Palacio de la Revolución en cuatro sesiones. El diálogo fluyó con
agilidad. “Fidel tiene una cualidad que no es muy común. En primer lugar su
oratoria es cordial en el sentido etimológico de la palabra: es un hombre que
habla desde el corazón y no desde la razón (…). Me sorprendieron su
naturalidad, su espontaneidad y su confiabilidad al hablar de su formación
religiosa. Fue la primera vez que un dirigente comunista en el poder habló
positivamente de la religión”. dijo Betto, que convirtió el encuentro en un
texto titulado Fidel y la religión, «un libro que Dios puso en mi camino»,
agregó.
IGNACIO RAMONET Y SUS 100 HORAS CON FIDEL
Cuando en el año 2003 el periodista franco-español Ignacio
Ramonet –director de la revista Le monde diplomatique- le hizo la primera pregunta
al Comandante en Jefe para su libro Cien Horas con Fidel, ya había leído casi
todas las entrevistas concedidas en los últimos tiempos por el principal guía
de la Revolución Cubana. Soñaba con hacer la suya para publicarla también en un
libro, a imagen y semejanza de algunos de sus colegas.
Ramonet había conocido a Fidel en 1975, y desde entonces se
encontró con él varias veces y conversaron, “siempre en circunstancias
profesionales y precisas, en ocasión de reportajes en la isla o la
participación en algún congreso o algún evento”, dijo luego. Solo años después
decidió solicitarle la entrevista. Fidel accedió, en virtud de su crédito de
intelectual serio.
Antes de someterse a sus preguntas, el líder cubano lo
invitó a recorrer el país y a algún que otro viaje el exterior. Así, a bordo de
coches y de aviones, mientras comían, o, simplemente, caminando, dialogaron
sobre los más disímiles temas, como las noticias del día, sus experiencias
pasadas y sus preocupaciones presentes, todo sin usar la grabadora. Ramonet se
exprimía luego las neuronas para reconstruir las pláticas a pura memoria.
A finales de enero de 2003 comenzaron la entrevista
prometida. La terminaron en diciembre de 2005. Durante ese tiempo se
encontraron cada tres meses. Las conversaciones solían extenderse por varios
días. Según Ramonet, Fidel nunca puso límites ni mostró reticencia sobre algún
tema. “Fue –dijo- como una combinación perfecta entre profesor y alumno, porque
cuando te enseña, también aprende”.
El entrevistador retrató con estos flashazos a su
entrevistado:
-Su capacidad retórica era prodigiosa. Fidel era un torrente
de palabras, una avalancha que acompañaba la prodigiosa gestualidad de sus
finas manos. Tenía una memoria portentosa, de una precisión insólita y
apabullante. Su pensamiento era arborescente. Todo se encadenaba: digresiones
constantes, paréntesis permanentes… El desarrollo de un tema le conducía, por
asociación, por recuerdo de tal detalle, de tal situación o de tal personaje, a
evocar un tema paralelo, y otro, y otro, alejándose así del tema central. A tal
punto que el interlocutor temía, por un instante, que hubiese perdido el hilo.
Pero desandaba luego lo andado, y volvía a retomar, con sorprendente soltura,
la idea principal.
La trascendental entrevista, suerte de resumen de la vida y
el pensamiento del líder eterno de la Revolución Cubana, dio lugar al libro
Cien horas con Fidel, un texto de más de 700 páginas que, según declaró
Ramonet, pretendió “darle la palabra a Fidel Castro, porque si bien es
mencionado muy regularmente en los medios de prensa del mundo, casi siempre ha
sido para atacarlo, sin posibilidad de que presente sus argumentos, sus
versiones”.
Por Juan Morales Agüero