El verano se cuela sin protocolo en los predios de la familia tunera para aplacar con su carisma el fastidioso estrés de la cotidianidad. Por obra y gracia de su irresistible poder de seducción, las personas hacen mutis por un par de meses de sus urgencias y caen rendidas en los brazos de este período estival pícaro, bullanguero, caluroso y bailador.
Una altyernativa tentadora es darse un saltito hasta la playa más próxima, ligeros de zozobras y de indumentaria, y darse en sus salobres aguas un chapuzón de cinco estrellas. Nada como una buena zambullida para sacudirse la rutina y relajar las ansiedades. Parece verdad una de Perogrullo, pero es así: el mar es el destino perfecto del verano.
Algunos tienen otros planes en su agenda. Por ejemplo, soldarse como una lapa al sillón más cómodo y mullido de la sala a banquetearse con la programación deportiva de la televisión. Como esta desconcertante Copa América de fútbol, que le ha ganado por goleada a la (i)lógica de tantos pronósticos precontienda en apariencia coherentes.
Los fieles correligionarios del inefable dios Baco no se andan por las ramas cuando el verano los convoca a acodarse junto a la barra. Antes de que el Astro Rey nos castigara con sus primeros ardores, ellos ya habían reportado a filas, prestos –¡como siempre!- a empinar el codo, el brazo y hasta el alma en nombre de…, ¿de qué? ¡De cualquier cosa!
También reunir a un grupo de socios, halar una mesa con cuatro banquitos hasta el algarrobo de la esquina y desgañitarse con un doble seis ahorcado o un tres de copas muerto. Y, claro, decirles cuatro cosas a los «sapos», que nunca faltan. Sí, el dominó y las cartas hacen buenas migas con esta etapa que complace y achicharra.
Las preferencias de los (as) jóvenes posiblemente son distintas al del resto de los miembros de la familia. Por su edad. preferencias y expectativas, quizás se sienten más inclinados (as) por una noche de discoteca o por un paseo con sus amistades. O tal vez voten por permanecer en casa para disfrutar de una buena película o leer un buen libro.
El verano es la estación preferida de los niños y las niñas. Pueden acostarse y levantarse más tarde y disponen de mayor tiempo para recrearse y hacer de las suyas. Ellos, ahora, invaden los solares para imitar a sus deportistas favoritos, ya en el reino de los goles, los jonrones, los saltos… Lo dice el conocido refrán: ¡De todo hay en la viña del Señor!
Mientras tanto, ellas -después del trabajo, después de las cazuelas y después de sus múltiples deberes- se arreglan coquetamente las uñas y el pelo para que el verano –y quien no es el verano- las siga encontrando atractivas y les dedique -¡cómo no!- un cálido piropo.
Por Juan Morales Agüero