domingo, marzo 29, 2020
En efecto, desde que exhibió por primera vez su indeseable catadura en la geografía nacional, la COVID-19 se dio de narices con un pueblo preparado para enfrentarlo tanto en lo sanitario como en lo epidemiológico, pero también en lo informativo. Todos los medios de difusión de masas en el país se han puesto en función de ese propósito, bridando en sus espacios información permanente, actualizada, oportuna.
Los principales dirigentes del Estado y el Gobierno cubanos comparecen periódicamente ante las cámaras de la televisión nacional —en horario de gran teleaudiencia— para mantener al tanto a la ciudadanía respecto el estado de la pandemia en el territorio. Medidas de circunstancias e indicaciones precisas son allí explicadas con lujo de detalle, de manera que nadie quede con dudas acerca de su consecuente implementación.
La radio, por su parte, aprovecha sus potencialidades para llegar con su mensaje de orientación hasta los más apartados lugares en la voz de líderes, funcionarios y especialistas. Ellos, además de exponer en vivo las tácticas y estrategias diseñadas para cerrarle el paso a la COVID-19, cuentan con la opción de interactuar y esclarecer, por la vía telefónica, las preocupaciones más acuciantes de los radioyentes.
¿Y qué decir de nuestra prensa escrita? Sus páginas –lo mismo en soporte de papel que digital- le dan cabida diariamente al acontecer epidemiológico del país, a las iniciativas que intentan cerrarle el paso al virus y al altruismo de quienes permanecen al borde mismo del peligro en los centros de aislamiento, al cuidado de las personas sospechosas de portar la ponzoña. Para los periódicos y revistas cubanos, no hay actualmente un tema que supere a ese en trascendencia.
En la calle la gente habla la COVID-19 y cita a los medios cuando alude a las recomendaciones para combatirlo. «En La Mesa Redonda hablaron sobre la importancia de usar nasobucos en las guaguas», le recuerda un amigo a otro. «Y en Juventud Rebelde está la entrevista al primer cubano que se curó del virus», agrega otro. «Haciendo Radio comenta cada mañana cómo está la COVID-19 en las provincias», añade un tercero.
Un sitio web como Cubadebate se ha convertido en referente. Y no solo por la inmediatez con la que glosa las intervenciones de los especialistas y los ministros en torno al coronavirus. También por la hondura y variedad que le confiere a todos sus materiales, que incluyen información actualizada y confiable acerca del progreso de este terrible mal en el planeta.
Pero la voluntad de mantener informado al pueblo acerca de cómo neutralizar la embestida del coronavirus no es exclusiva de la prensa. Personal especializado desarrolla diariamente miles de audiencias sanitarias en instituciones, comunidades y centros de trabajo. Se trata de espacios donde se capacita, entre otros temas, acerca de cuáles son las vías de transmisión del COVID-19, los síntomas sospechosos de constituir irregularidades respiratorias y las providencias higiénicas que se deben cumplir para impedir un contagio.
Tengo la certeza de que ningún otro país cuenta con tanta información sobre la coronavirus como Cuba. Y nunca será suficiente, porque cada jornada aportará elementos nuevos para hacerlos públicos comparados con los de la víspera.
Yuval Noah Harari, un israelí estudioso del tema, declaró al diario español El País: «En las últimas décadas las epidemias han matado a una proporción mucho menor de humanos que en cualquier otro momento desde la Edad de Piedra. Esto se debe a que la mejor defensa que tienen los humanos contra los patógenos no es el aislamiento, sino la información».
En Cuba utilizamos como arma eficaz antivirus.
Por Juan Morales Agüero
