viernes, 9 de octubre de 2020


 

Mi colega  Luis Hernández Serrano publicó hace unos años en el periódico Juventud Rebelde un  reportaje que –por lo interesante y ameno- he leído y releído ni se sabe cuántas veces. Luisito tiene un olfato especial para detectar los buenos temas. Y este del que les hablo figura en ese grupo. Viene muy al caso, pues trata de un anecdotario periodístico del Comandante Ernesto Che Guevara, de cuya desaparición física el 8 de octubre se cumplen  50 años.

De ese excelente material de Hernández Serrano he seleccionado algunas anécdotas que retratan de cuerpo completo la personalidad de una de las figuras más recias de la etapa revolucionaria cubana. Disfrutémoslas:

“Quienes pretendieron entrevistar al Comandante Ernesto Guevara enfrentaron su ironía y su afilado humor. Tras el triunfo revolucionario de 1959, muchos periodistas obtuvieron declaraciones suyas, en Cuba y en otros países, pero por su carácter, responsabilidad, disciplina, y su afán de sobriedad y discreción, del Che en aquellos tensos días no fue fácil alcanzar la típica entrevista informativa, ni mucho menos la de personalidad.

“En uno de los cortes de caña manuales en que participó, varios periodistas extranjeros pretendieron recoger sus impresiones personales, pero ello significaba para el Che, en esas circunstancias concretas, interrumpir el sagrado acto productivo. Entonces los miró y preguntó a uno de ellos:

—A ver, dime, ¿de qué órgano de prensa eres tú, de qué país?

—Soy francés, de la radio francesa, como usted habla muy bien nuestro idioma, aceptará una breve entrevista, ¿no?

El Che se secó su sudor, que le corría copiosamente por su frente, miró la caña que faltaba por cortar y contestó: «No puedo, mi francés es malo, necesito ayudarme con las manos para que me comprendas mejor y ahora las tengo ocupadas en algo muy útil».

Y a otro de ellos preguntó: «Y tú, dime, ¿de dónde vienes, a quién representas?».

—Soy de la prensa de Estados Unidos.

—¡Ah!, estadounidense. A ti no te doy ninguna entrevista. ¿Para qué? A ustedes uno le dice una cosa y publican exactamente la otra. ¡Pon lo que tú quieras...!, y continuó su faena productiva.

A un periodista soviético que se interesó sobre su experiencia revolucionaria en la Guatemala de 1954, la de Jacobo Arbenz, respondió: «Lo único que puedo prometerte es que haré lo posible para que la Revolución se mantenga. Pero si por alguna causa la Revolución fracasara, no me busquen entre los que se refugian en las embajadas de otros países, búsquenme solo entre los caídos».

Era enemigo acérrimo de la simulación y la hipocresía. Por eso, en el molino de trigo del municipio capitalino de Regla, en medio del polvillo del embudo, casi sin poder respirar por su asma implacable, cuando un periodista y un funcionario le pidieron que envasara el saco simbólico del cumplimiento de una meta, se molestó mucho y dijo: «¡Envaso el que me toca, o ¡ninguno!», y siguió sudando a mares, hasta el último momento, ¡sin chistar!.

Un argentino que lo vio en el aeropuerto capitalino de Rancho Boyeros, se le acercó y le preguntó: «¿El Comandante Che Guevara?». El Che asintió con la cabeza y el desconocido agregó:

—Permítame que un compatriota le estreche la mano.

Guevara, sonrió sin decir palabra alguna y alargó la diestra. El compatriota sacó una libreta del bolsillo y le pidió que le firmara un autógrafo, a lo que Guevara exclamó, mientras le daba la espalda: «Usted sabe: ¡Yo no soy un artista de cine!».

Sin embargo, otro día, en la Plaza de la Revolución, en el desfile del 1ro. de mayo de 1962, un periodista hispano-soviético, cojeando por su pierna recién operada, se acercó al Che que estaba en la tribuna y portando su cámara de cine, le pidió permiso, luego de identificarse, para tomar algunos cuadros de su imagen allí. Guevara se rió y le dijo que filmara, que no se oponía a eso, aunque «temo que la cámara no resista».

En plena Crisis de Octubre, también en 1962, cuando el Che estaba movilizado militarmente y con su jefatura en la estratégica Cueva de los Portales, en Pinar del Río, algún que otro periodista pretendió entrevistarlo y lo pudo alcanzar en uno de sus recorridos por determinadas zonas rurales.

—Hábleme de su trabajo actual y de la situación reinante.

—¿De qué quieres que te hable? ¿Del Ministerio de Industrias, del Ejército o de la Economía?

—Bueno, Comandante, sería interesante...

—Mira, del Ministerio no sé qué decirte, pues estoy en operaciones militares. De la Economía, bueno, estoy en el Ejército... y del Ejército, no tengo autorización del Estado Mayor para brindar a la prensa informaciones.

En respuesta a un periodista en Montevideo, Uruguay, acerca de si seguía siendo argentino, le argumentó: «Yo nací en la Argentina... permítame que sea un poquito pretencioso al decirle que Martí nació en Cuba y Martí es americano; Fidel también nació en Cuba y Fidel es americano; yo nací en Argentina, no reniego de mi patria de ninguna manera, tengo el sustrato cultural de la Argentina, me siento también tan cubano como el que más, y soy capaz de sentir en mí, el hambre y los sufrimientos de cualquier pueblo de América, fundamentalmente, pero, además, de cualquier pueblo del mundo».

En el central azucarero Ciro Redondo, Ciego de Ávila, un periodista le preguntó cuánto había cortado ese día con la máquina cosechadora, y el Comandante le contestó: «10 000 arrobas y una pata», lo que el reportero divulgó de inmediato en el periódico Revolución, información que el Che leyó, se echó a reír desaforadamente, y mandó a buscar al compañero.

—¡Conque corté 10 mil arrobas y «una pata»! ¿Sabes tú qué significa eso de «una pata»?

—Bueno, Comandante, debe ser 10 000 arrobas y pico, ¿no?

—¡Qué va, compadre!, precisó el Che. La pata fue una herida que le hice en el pie, afortunadamente leve, al jefe de mi escolta, que se pegó mucho a la combinada, y se cortó con una de sus cuchillas.

Poco después el Comandante explicó a los periodistas que lo visitaron en los cortes cañeros: «Todos ustedes vienen a tirarme fotos, y eso me molesta. Estoy aquí porque quiero probar la eficiencia de la máquina y sacarle el máximo de rendimiento: no vine a posar o a exhibirme. Sin embargo, ninguno se ha preocupado por retratar a los repasadores, que sí se lo merecen... quiero que mis “hacheros” salgan en la primera plana y se destaque la importante labor que realizan recogiendo la caña que se queda en los campos en cada jornada. Al día siguiente el periódico agramontino Adelante en su lugar más destacado publicó: «Contento el Che con sus repasadores».

Y es que el Comandante Guevara no dejó de ser el Che, como se ve en un periódico de la capital cubana, en el que a la pregunta periodística de cuál había sido el momento más emocionante de su vida de guerrillero, aseveró: «Cuando oí la voz de mi padre en el teléfono, que hablaba desde Buenos Aires. Hacía seis años que yo estaba ausente de mi país».”

 Por Juan Morales Agüero

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