Mi colega Luis Hernández Serrano publicó hace unos años
en el periódico Juventud Rebelde
un reportaje que –por lo interesante y
ameno- he leído y releído ni se sabe cuántas veces. Luisito tiene un olfato
especial para detectar los buenos temas. Y este del que les hablo figura en ese
grupo. Viene muy al caso, pues trata de un anecdotario periodístico del
Comandante Ernesto Che Guevara, de cuya desaparición física el 8 de octubre se
cumplen 50 años.
De ese excelente
material de Hernández Serrano he seleccionado algunas anécdotas que retratan de
cuerpo completo la personalidad de una de las figuras más recias de la etapa revolucionaria
cubana. Disfrutémoslas:
“Quienes
pretendieron entrevistar al Comandante Ernesto Guevara enfrentaron su ironía y
su afilado humor. Tras el triunfo revolucionario de 1959, muchos periodistas
obtuvieron declaraciones suyas, en Cuba y en otros países, pero por su
carácter, responsabilidad, disciplina, y su afán de sobriedad y discreción, del
Che en aquellos tensos días no fue fácil alcanzar la típica entrevista
informativa, ni mucho menos la de personalidad.
“En uno de los
cortes de caña manuales en que participó, varios periodistas extranjeros
pretendieron recoger sus impresiones personales, pero ello significaba para el
Che, en esas circunstancias concretas, interrumpir el sagrado acto productivo.
Entonces los miró y preguntó a uno de ellos:
—A ver, dime, ¿de
qué órgano de prensa eres tú, de qué país?
—Soy francés, de la
radio francesa, como usted habla muy bien nuestro idioma, aceptará una breve
entrevista, ¿no?
El Che se secó su
sudor, que le corría copiosamente por su frente, miró la caña que faltaba por
cortar y contestó: «No puedo, mi francés es malo, necesito ayudarme con las
manos para que me comprendas mejor y ahora las tengo ocupadas en algo muy
útil».
Y a otro de ellos
preguntó: «Y tú, dime, ¿de dónde vienes, a quién representas?».
—Soy de la prensa
de Estados Unidos.
—¡Ah!,
estadounidense. A ti no te doy ninguna entrevista. ¿Para qué? A ustedes uno le
dice una cosa y publican exactamente la otra. ¡Pon lo que tú quieras...!, y
continuó su faena productiva.
A un periodista
soviético que se interesó sobre su experiencia revolucionaria en
Era enemigo
acérrimo de la simulación y la hipocresía. Por eso, en el molino de trigo del
municipio capitalino de Regla, en medio del polvillo del embudo, casi sin poder
respirar por su asma implacable, cuando un periodista y un funcionario le
pidieron que envasara el saco simbólico del cumplimiento de una meta, se
molestó mucho y dijo: «¡Envaso el que me toca, o ¡ninguno!», y siguió sudando a
mares, hasta el último momento, ¡sin chistar!.
Un argentino que lo
vio en el aeropuerto capitalino de Rancho Boyeros, se le acercó y le preguntó:
«¿El Comandante Che Guevara?». El Che asintió con la cabeza y el desconocido
agregó:
—Permítame que un
compatriota le estreche la mano.
Guevara, sonrió sin
decir palabra alguna y alargó la diestra. El compatriota sacó una libreta del
bolsillo y le pidió que le firmara un autógrafo, a lo que Guevara exclamó,
mientras le daba la espalda: «Usted sabe: ¡Yo no soy un artista de cine!».
Sin embargo, otro
día, en
En plena Crisis de
Octubre, también en 1962, cuando el Che estaba movilizado militarmente y con su
jefatura en la estratégica Cueva de los Portales, en Pinar del Río, algún que
otro periodista pretendió entrevistarlo y lo pudo alcanzar en uno de sus
recorridos por determinadas zonas rurales.
—Hábleme de su
trabajo actual y de la situación reinante.
—¿De qué quieres
que te hable? ¿Del Ministerio de Industrias, del Ejército o de
—Bueno, Comandante,
sería interesante...
—Mira, del
Ministerio no sé qué decirte, pues estoy en operaciones militares. De
En respuesta a un
periodista en Montevideo, Uruguay, acerca de si seguía siendo argentino, le
argumentó: «Yo nací en
En el central
azucarero Ciro Redondo, Ciego de Ávila, un periodista le preguntó cuánto había
cortado ese día con la máquina cosechadora, y el Comandante le contestó: «10
000 arrobas y una pata», lo que el reportero divulgó de inmediato en el periódico
Revolución, información que el Che leyó, se echó a reír desaforadamente, y
mandó a buscar al compañero.
—¡Conque corté 10
mil arrobas y «una pata»! ¿Sabes tú qué significa eso de «una pata»?
—Bueno, Comandante,
debe ser 10 000 arrobas y pico, ¿no?
—¡Qué va,
compadre!, precisó el Che. La pata fue una herida que le hice en el pie,
afortunadamente leve, al jefe de mi escolta, que se pegó mucho a la combinada,
y se cortó con una de sus cuchillas.
Poco después el
Comandante explicó a los periodistas que lo visitaron en los cortes cañeros:
«Todos ustedes vienen a tirarme fotos, y eso me molesta. Estoy aquí porque
quiero probar la eficiencia de la máquina y sacarle el máximo de rendimiento:
no vine a posar o a exhibirme. Sin embargo, ninguno se ha preocupado por
retratar a los repasadores, que sí se lo merecen... quiero que mis “hacheros”
salgan en la primera plana y se destaque la importante labor que realizan
recogiendo la caña que se queda en los campos en cada jornada. Al día siguiente
el periódico agramontino Adelante en su lugar más destacado publicó: «Contento
el Che con sus repasadores».
Y es que el
Comandante Guevara no dejó de ser el Che, como se ve en un periódico de la
capital cubana, en el que a la pregunta periodística de cuál había sido el
momento más emocionante de su vida de guerrillero, aseveró: «Cuando oí la voz
de mi padre en el teléfono, que hablaba desde Buenos Aires. Hacía seis años que
yo estaba ausente de mi país».”