miércoles, 19 de mayo de 2021



Ocurre como en las profecías. Ahora que el país evalúa al detalle cada paso y maneja con guantes de seda las riendas de lo cotidiano, resulta que ya tú habías alertado: “Un error en Cuba es un error en América y en la humanidad moderna”.

Y cuando reiteramos en todos los espacios que el signo de nuestro derrotero se sustenta en el respeto a la soberanía, resulta que ya tú habías testificado: “Nada piden los cubanos al mundo sino el conocimiento de sus sacrificios”.

Y cuando nos alistamos para repeler cualquier intentona de regresarnos al pasado, resulta que ya tú habías advertido: “La libertad cuesta cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”.

Y ahora que insistimos en recuperar y consolidar valores perdidos, resulta que ya tú habías afirmado: “El deber del hombre virtuoso no está solo en el egoísmo de cultivar la virtud en sí, sino que falta a su deber el que descansa mientras la virtud no haya triunfado entre los hombres”.

Y cuando elaboramos planes para ser más eficientes, resulta que ya tú habías establecido: “El que llevó las estrellas en la guerra no es general de verdad hasta que con sus propias manos no se ponga en el hombro las estrellas del trabajo”.

Y ahora que la incorporación del hombre al surco para extraerle todo el alimento posible deviene urgente prioridad, resulta que antes ya tú habías declarado: “El mejor ciudadano es el que cultiva una extensión mayor de tierra”.

Y cuando la solidaridad continúa siendo un pilar de nuestra política exterior, resulta que ya tú habías precisado: “No desearlo todo para sí; quitarse algo de sí para que toquen a igual parte todos, es valor que parece heroico, a juzgar por el escaso número de los que dan prueba de él”.

Y cuando la conquista de toda la justicia es una meta para desbrozar la ruta de las esperanzas, resulta que ya tú habías sentenciado: “Se pelea mientras hay por qué, ya que puso la naturaleza la necesidad justicia en unas almas, y en otras la de desconocerla y ofenderla. Mientras la justicia no está conseguida, se pelea”.

Y ahora que nos proponemos derroteros y asumimos compromisos para actualizar desde las leyes nuestro proyecto social, resulta que ya tú habías expuesto: “Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario”.

Y cuando intentamos ponernos a tono sin renunciar a principios, y hacer cosas grandes para que se conozcan nuestras proezas, ya tú habías sentenciado: “El primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo”. Y también: “Es necesario elevarse como los montes para ser vistos de lejos”.

Y cuando le hablamos alto, fuerte y claro al mundo sobre lo que fuimos, somos y seremos, ya tú habías dicho: “El lenguaje ha de ser matemático, geométrico, escultórico. La idea ha de encajar exactamente en la frase, tan exactamente que no pueda quitarse nada de la frase sin quitar eso mismo de la idea”.

Y ahora que la Patria es un valladar de acero en la defensa de sus conquistas, erguida ante el enemigo poderoso, resulta que ya tú habías alertado: “No se debe poner mano ligera en las cosas en que va envuelta la vida de los hombres”.

En este 19 de mayo, José Martí, consecuentes con tu idea de que “cuando un pueblo se divide, se mata”, nos encuentras convertidos en puño, y con razones para llamarte Profeta.

 Por Juan Morales Agüero

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