Una de las instantáneas más conocidas de la Guerra Civil
Española (1936-1939) es «Muerte de un miliciano». Fue tomada por el fotógrafo
Robert Capa el 5 de septiembre de 1936, en la localidad cordobesa de Espejo.
Los especialistas la tienen por una imagen emblemática del siglo XX.
La foto –en blanco y negro– congeló el instante en que el
miliciano Federico Borrell García es impactado por una bala, mientras sostiene
un fusil en la mano derecha. Capa estaba situado en ese momento dentro de una
trinchera, lo que le permitió realizar con su cámara un encuadre excepcional.
Fue publicada por primera vez en la revista francesa Vu, el
23 de septiembre de 1936, en un reportaje titulado «Como caen ellos». Pero su
mayor notoriedad la alcanzó cuando los editores de la revista norteamericana
Life la insertaron en otro texto, «Muerte en España: la guerra civil ha segado
500.000 vidas en un año», el 12 de junio de 1937.
Durante varios años, a partir de diversos detalles técnicos
diseccionados por especialistas, se cuestionó si la fotografía «Muerte de un
miliciano» era auténtica o falsa. Pero la polémica no prosperó, incluso, ni con
la aparición de un documental sobre el tema. Y es que la imagen, como lo
Guernica en la pintura, representa el horror de la guerra.
Robert Capa (1913-1954) nació en Hungría y fue uno de los
más célebres fotógrafos bélicos del siglo XX. Durante la Segunda Guerra Mundial
cubrió el desembarco aliado en Normandía. Sus fotos de ese conflicto estuvieron
a punto de malograrse por un error de revelado en el laboratorio.
En 1954 la revista Life le pidió sustituir a otro fotógrafo
en Vietnam, cuando ese país luchaba contra los invasores franceses. El 25 de
mayo, mientras acompañaba a una columna del ejército galo por una espesa zona
boscosa, pisó una mina y murió. Fue el primer corresponsal de un órgano de
prensa norteamericano caído en esa guerra.
En el curso de su carrera profesional, Robert Capa fizo
célebre una frase: «Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te
has acercado lo suficiente».
Por Juan Morales Agüero