miércoles, 26 de julio de 2017



Sesenta y cuatro años atrás, un grupo de valerosos combatientes dirigidos por el joven abogado Fidel  Castro  Ruz, escribieron una de las páginas más gloriosas de la historia reciente de Cuba, al protagonizar el 26 de julio de l953, el asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo.

Materializaban con su gallarda acción, la firme disposición de aquellos bisoños  soldados de  la Patria, agrupados en el Movimiento insurgente denominado la Juventud del Centenario, de no dejar morir a nuestro Héroe Nacional José Martí, en el año en que se conmemoraban los 100 años de su natalicio.
El ataque, organizado bajo estricto secreto, tuvo lugar a poco más de un año de haberse instaurado en nuestro país, una feroz tiranía militar, surgida del golpe de  estado protagonizado por el general Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, cuando se autoproclamó de facto, como Presidente de la República.
Una de sus primeras disposiciones fue suprimir la vigente Constitución de la República, proclamada en 1940 y poner en vigor los denominados Estatutos Constitucionales, obligando a los alcaldes, gobernadores y otros funcionarios públicos a reconocerlos para mantenerse en sus cargos.
Entre las pocas excepciones, de quienes se negaron a firmar aquel engendro jurídico, estuvo el hasta ese momento alcalde del municipio Victoria de Las Tunas y miembro del Partido Ortodoxo, José Hernández Cruz.
Los partidos políticos opositores a la asonada militar y numerosas organizaciones sociales, realizaron en ese período considerables esfuerzos, para lograr una solución pacífica y constitucional a la ruptura del orden democrático ocasionado por el golpe. Pero todos fracasaron.
Solo Fidel y un reducido grupo de seguidores, comprendieron que se habían agotado todas las vías pacíficas posibles para salir de la crisis institucional creada por la dictadura y que la lucha armada era la única vía para derrocar el régimen oprobioso instaurado en el país.
Los preparativos para una acción armada se iniciaron con absoluta discreción.
Decenas de jóvenes de todos los sectores se sumaron al Movimiento liderado por Fidel Castro, se entrenaron en el manejo de las armas e integraron los grupos, que en julio de 1953 se trasladaron a Santiago de Cuba y Bayamo, en el oriente del país, para escribir la clarinada del Moncada.
Algunos de ellos murieron combatiendo, otros fueron asesinados luego de caer heridos o prisioneros y solo muy pocos lograron escapar con vida. Con el tiempo, el revés sufrido aquel 26 de Julio, se convirtió en una resonante victoria que sumó a miles cubanos.
Desde la prisión de Isla de Pinos, los moncadistas continuaron su lucha y la población se identificaba cada vez más con ellos, al punto de obligar al régimen a decretar su excarcelación en 1955.
Se iniciaba una nueva etapa de la lucha, con la bandera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y la guía de Fidel, que tendría su momento culminante en la victoria del Ejército Rebelde, en enero de 1959.  
  Por: Luís Manuel Quesada Kindelán. 

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