El periódico 26 de Las Tunas, en su versión impresa, cumplió
39 años este Día de la Rebeldía Nacional y su colectivo tiene la dicha de ver
en activo a uno de sus más longevos reporteros.
Las Tunas.- Ahora lo sé. Cuando un periodista entrevista a
otro corre el riesgo de que inspirados por la plática la escena termine en:
"No se grabó todo lo que conversamos", sin importar la altura de los
pasajes que repasaron juntos.
Tan buen diálogo puede darse que nadie recordará mirar la
grabadora, y de tomar notas menos, pues no te hallarás en plena faena laboral,
sino solo y divinamente, conversando entre amigos. También sucede que dialogar
con Juan Soto Cutiño, uno de los más carismáticos profesionales de la prensa
tunera, puede resultar pura aventura y eso suma emotividades.
En la carrera lleva nada menos que 48 años y me aseguró que
de jubilación "nada por ahora". Si hacen una encuesta en 26 nadie
quiere verlo partir, porque él siempre anda con su agenda bajo el brazo, una
sonrisa en los labios y tantas historias...
¿Qué solo tenías sexto grado cuando empezaste en el
Periodismo?, pregunto asombrada, olvidando que en su tiempo de muchacho apenas
este país empezaba a enderezarse en materia educacional.
Llegó a las lides de la comunicación luego de ir
voluntariamente a formarse como maestro de las FAR a los 15 años, ante un
pedido de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuyo carné ganó en ese tiempo. Pasó
los tres calendarios del Servicio Militar Activo dando clases en una unidad de
Holguín, y después regresó a casa, allá en su amado Cerrecito de Cayojo
(Jobabo), donde lo esperaban las labores del campo y la vida dura.
Se sabía de su integración revolucionaria y experiencias en
el magisterio, por eso Manuel Fernández, entonces jefe del DOR (Departamento de
Orientación Revolucionaria) del Partido en Las Tunas, le propuso convertirse en
periodista.
"Yo ni sabía bien lo que era eso, pero dije que sí. Nos
mandaron para el periódico Sierra Maestra una semana". Y vuelvo yo: ¿Una
semana?
"Sí, como lo oyes. Aquellos días alcanzaron para que
nos explicaran cómo se hacía el lead de las informaciones, algún que otro
detalle y a trabajar".
Así nació el reportero, con más voluntad que conocimiento.
Fue muy decidido a su primera gran cobertura, la zafra del 70. Los preparativos
lo llevaron a instalarse en 1969 en Jobabo como corresponsal del rotativo El
Forjador, cuya plantilla y equipamiento en pleno marchó para aquellos lares a
informar in situ.
"Nosotros mismos escribíamos, imprimíamos y repartíamos
a las 12:00 de la noche los periódicos entre los pelotones cañeros, con las
bicicletas que nos dieron".
¡Pero muchacho!, ¿cómo va a ser?, se me salió con tremenda
envidia, escasean ahora un poco las oportunidades de mirar tan de cerca a los
lectores.
Y claro que el Soto avanzó en la academia, llegó hasta la
Universidad; pero la verdadera casa de altos estudios la tuvo en el ajetreo
cotidiano, en el infalible método de prueba y error, o como él dice, "a
golpe de tropezones".
"Recuerdo cierta vez que Rossano Zamora Paadín, padre
del periodismo tunero y gran maestro, me mandó a Jobabito porque había una
brigada cercana al millón de arrobas de caña cortadas. Debía ir en bicicleta
desde Jobabo hasta allá, son unos 18 kilómetros. Al regresar dijo: A ver,
¿cuándo obtuvieron el primer paso del millón? ¿Cuántos obreros eran? Yo no
había preguntado nada de eso. Por supuesto, tuve que volver, y recuerda, en
bicicleta".
Puro patrimonio colectivo es su legendaria anécdota de
cuando lo enviaron a tirar fotos, y el mínimo ABC olvidó advertirle que no
podía exponer el rollo al sol. Nadie le habló del cuarto de revelado y él,
inquieto por la calidad de su obra, sacó la película y murió de pena cuando
solo vio manchas.
"Desde un inicio atendí la industria azucarera, llevo
más de cuatro décadas escribiendo de zafra. Como venía del campo, siempre me
sentí bien ahí".
No se puede hacer la historia del azúcar en Las Tunas sin
nombrar a Soto. Él le sabe todos los secretos, no hay quien le haga un cuento;
prevé los acontecimientos y padece cada descalabro, sobre los cuales escribe
con dolor, pero con firmeza. Se siente uno más de los tantos que batallan desde
cualquier central de la provincia. Hasta desfila con ellos el Primero de Mayo.
"Para aprender me acerqué siempre a los trabajadores
más sencillos y experimentados. Así me gané el respeto. Es un sector de muchos
héroes anónimos, de gente esforzada".
En 26 ha hecho su vida, estuvo entre los fundadores de sus
páginas impresas, inauguradas el 26 de julio de 1978. Jamás se ha ido.
"Aquellos primeros días los recuerdo con cariño, porque
todos nos decidimos a echar p´ lante. Cuando se me iba algún error, sufría
mucho, todavía me pasa".
¿Sigues confiando en el poder del periodismo de estremecer a
la sociedad?, vuelvo a la carga. "Sí, lástima que con frecuencia hay
demasiadas personas creyendo saber lo que debe hacer un periodista".
Soto tiene muchos orgullos, dos hijos buenos de verdad;
Odalys, la esposa y su compañera de baile hasta el amanecer si en la tarima
manda Cándido Fabré, y por supuesto, el Lada rojo, ganado en esta profesión
ingrata y hermosa a la vez.
En marzo último obtuvo el Premio Provincial Por la Obra de
la Vida, lauro que lleva el nombre de su entrañable Zamora Paadín. Igual
ostenta el Nacional de Periodismo Azucarero, otorgado por el quehacer en sus
casi siete décadas de existencia.
Pero él apenas habla de eso. Prefiere contarme de su último
comentario "caliente", de cómo hubiera querido mejores estudios y de
que está contento con los "muchachones (as)" de 26, pues a sus ojos,
estamos "dando la talla".
El tiempo vuela, y la grabadora, caprichosa, se pierde la
oportunidad de su voz diciendo: "El periodismo me formó, me hizo un ser
mejor, cómo no amarlo, seguiré hasta que tenga fuerzas".
Por: Zucel de la Peña
Mora Tomado de 26 Periódico 26, de Las Tunas