viernes, 21 de diciembre de 2018


Entre los méritos de la Revolución Cubana, figura en primeros planos el hecho de que jamás ha sido sectaria, pues  brinda igualdad de derechos, oportunidades y apoyo a las religiones practicadas en nuestro país. Un ejemplo  lo constituye el gesto que tuvo nuestro Gobierno, en la persona de Fidel,  de declarar feriado el 25 de diciembre, Día de Navidad,  a propósito de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II en 1998.
No se trató de una concesión dirigida a “caer en gracia” ni para atraer simpatías. Mucho manos de algo derivado de presiones. La iniciativa surgió a partir de que nuestro pueblo  reconocía en la prédica del Sumo Pontífice su batalla contra el subdesarrollo, la pobreza y el saqueo de los países, y por la globalización de la solidaridad, pues se trataba de ideas con las cuales la Revolución tiene plena coincidencia.
En los países occidentales se suele celebrar el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre. Las costumbres varían, aunque muchas, como el árbol de Navidad, están bastante difundidas. En realidad los evangelios no dan la fecha exacta para el nacimiento de Cristo, y aseguran que es improbable que haya sido en invierno, pues los pastores de la región permanecen en los campos sólo entre primavera y otoño.
Tampoco se conoce con exactitud el año, ya que, según los propios evangelios, tuvo lugar durante un censo romano, y no hubo censo en el primer año de la era cristiana. También se menciona el reinado de Herodes... ¡en el cual no se realizaron censos! La incertidumbre aumenta al sustituirse en el año 325 el calendario juliano, utilizado en el Imperio Romano, por el gregoriano de nuestros días.
Los romanos contaban los años a partir de la fundación de Roma en el año 753 AdC, pero el monje Dionisus Exiggus tomó erróneamente esta fecha como el 748 a. de C. La pifia no fue detectada hasta mucho después de la introducción del nuevo calendario, por lo que la fecha del nacimiento de Cristo sería cinco años antes de lo que se creía.
El 25 de diciembre fue definido como la Navidad en el siglo IV, más exactamente en el año 345, por influencia de San Juan Crisóstomo y de San Gregorio de Nacianceno. Según versiones, esta fecha se eligió para sustituir festividades de origen pagano, como las Saturnales, celebradas por los romanos en honor de Saturno, quien presidía la agricultura. En esta época se celebraban grandes banquetes y muchos espectáculos.
Otros opinan que la fiesta a sustituir era el solsticio de invierno, cuando los días empezaban a alargarse. Esta celebración era llamada Natalis Solis Invicti, el nacimiento del Sol Invicto. Otro probable motivo era para remplazar la fecha de nacimiento de Mitra, importante dios de la mitología zoroastriana, muy influyente en el Imperio Romano.
De esta manera se remplazó una festividad pagana por una más acorde con la religión cristiana. Desde entonces, en los países de occidente se celebra cada 25 de diciembre como la fecha de la Navidad.

Por Juan Morales Agüero

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