
Por Juan Morales Agüero
Cada profesión tiene su terminología, y el periodismo no es una excepción. Entre los muchos tecnicismos empleados por la «prosa de prisa», como llamó Nicolás Guillén al arte de escribir para periódicos, figuran algunos que, por la excentricidad de sus denominaciones, desconciertan a los profanos. En tanto los hay que persisten en las rutinas lingüísticas del gremio, otros ya no pertenecen a nuestra realidad. Son los casos de prensa amarilla y prensa roja.
La prensa amarilla es maestra en difundir rumores aparentemente creíbles con el propósito de conquistar lectores. Suele insertar titulares de catástrofes desplegados a todo el ancho de sus páginas y gran cantidad de fotografías detallando accidentes, crímenes, adulterios y enredos políticos. Su vocación sensacionalista la compulsa a exagerar sus noticias y a endilgarles connotaciones de las que carece. ¡Nada escapa a sus hábiles reporteros!
El patrocinador del amarillismo en la prensa fue el periodista norteamericano William Randolph Hearts, propietario del diario The New York Journal, quien, en su puja competitiva con Joseph Pulitzer, dueño del The New York World, insertó durante años en sus páginas una historieta titulada El Chico Amarrillo (The Yelow Kid), que se dedicaba, especialmente, a contar noticias falsas.
Ambos periódicos sensacionalistas fueron acusados ante los tribunales por las publicaciones serias de magnificar las informaciones para incrementar las ventas, además de pagar elevadas sumas de dinero a los implicados para que les suministraran las exclusivas de los palos periodísticos. Fue el periódico New York Press el que concibió y acuñó el término periodismo amarillo en 1897.
La prensa roja, también llamada crónica roja, se especializa en difundir informaciones sobre hechos sangrientos. Los crímenes pasionales, donde el hombre mata a la mujer, o viceversa, figuran entre sus preferencias más notorias. Sus reporteros son expertos en armar con palabras la escena del crimen o de reconstruir las circunstancias en que alguien dio una puñalada o efectuó un disparo. Y, por supuesto, dándole prioridad a la presencia de la sangre en los sucesos, de ahí lo de prensa o crónica roja, alusivas a su color. Resalta por incluir textos escandalosas y fotografías de elevado morbo.
La prensa rosa o periodismo del corazón tiene también su estilo de decir y su perfil. Se dedica a a informar sobre la vida privada de las celebridades, chismes de alcoba, intrigas pasionales, comentarios sobre adulterios, forma de vestir de los famosos e intimidades de parejas suelen ser sus temas preferidos… En fin, todo lo que tenga que ver con sus relaciones sentimentales. Casos emblemáticos de este tipo de prensa fueron los de los noviazgos de la princesa Diana o las sutilezas amorosas de Diego Armando Maradona.
«Sus periodistas se dedican a perseguir a los personajes públicos en sus actividades cotidianas, como cuando van de compras. También cabe mencionar a los paparazzi. Se caracterizan por mentir, manipular y contar cosas que a nadie le interesa. Sin embargo, se cuentan por cientos de millones quienes leen sus materiales en todo el mundo», dice una publicación en Internet.
Existe también la prensa blanca, la que trata en diarios y revistas información política, económica, cultural, deportiva, etc. Suele dar noticias sin emitir juicios y opiniones. Se limita a dar el reporte de los hechos sin especular. «Tiende a ser de estilo objetivo (aunque sabemos que la objetividad, en periodismo, es prácticamente imposible). Las acciones que se informan se representan a partir de verbos “del decir” (dijo, anunció, se refirió, declaró», precisa un experto.
En fin, no es el arcoíris el único que multiplica sus colores. El periodismo también tiene los suyos, aunque cada uno persiga objetivos diferentes.