Para realizar una entrevista periodística no basta tener
colgado de la pared un título universitario. Disparar preguntas a tontas y a
locas, sin antes haberlas intencionado, carece de sentido si no se determina a
priori qué se pretende conocer. Escuchar respuestas, por muy buenas que sean,
de muy poco sirve si no se logra darles significados.
Días atrás terminé de leer un libro delicioso: El estilo del
periodista, del español Alex Grijelmo. En uno de sus capítulos, el autor cuenta
la anécdota de un colega de Radio Nacional de España, quien le pidió al ya
desaparecido don Manuel Fraga, por entonces líder de la derecha ibérica, que
resumiera la conferencia que acababa de pronunciar:
-Crisis económica, crisis de relaciones sociales, crisis de
legitimidad, crisis de inseguridad, de derecho… ¿Nos podría un poco resumir
todo esto? –preguntó aparatosamente y sin definición el reportero.
Fraga se rascó la coronilla, como quien evalúa qué
contestación dar a una pregunta demasiado abarcadora, y a todas luces carente de
una buena formulación. Pasados algunos segundos, respondió:
-Bueno, joven, yo acabo de dictar una conferencia y a usted
es a quien corresponde resumirla. Para eso vino a cubrirla, ¿verdad? Yo lo único que puedo hacer es repetírsela.
¿Está de acuerdo?
Y el pobre chupatintas no hizo otra cosa que cambiar de
color.
Otra anécdota aleccionadora que me encantó la encontré en
Internet. De nuevo un periodista entrevistador se mete en una situación asaz
embarazosa por no ponerle límites a su pregunta, máxime tratándose de un tema de alta complejidad, incluso para los
especialistas. Lean:
En cierta oportunidad, un periodista inexperto le preguntó
al laureado científico alemán Albert
Einstein, Premio Nobel de Física:
-¿Me puede explicar en qué consiste la Teoría de la
Relatividad?
Con la agilidad mental de siempre, Einstein le devolvió la
pregunta:
-¿Me puede usted explicar cómo se fríe un huevo? –le dijo.
El periodista lo miró, extrañado. Y, acto seguido, le
respondió:
-Pues sí, claro que puedo explicarle cómo se fríe un huevo.
Y Einstein, con una sonrisa de triunfo en los labios, le
replicó:
-Bueno, pues hágalo ahora mismo. Pero imaginando que yo no
sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite ni el fuego».
Y nuestro colega, abrumado y confuso, no supo qué decir.
En resumen, la auténtica pregunta periodística demanda
preparación, no improvisación; requiere especificidad, no generalidad. Solo las
buenas preguntas obtienen buenas respuestas.
Por Juan Morales Agüero