martes, 19 de julio de 2016



Para realizar una entrevista periodística no basta tener colgado de la pared un título universitario. Disparar preguntas a tontas y a locas, sin antes haberlas intencionado, carece de sentido si no se determina a priori qué se pretende conocer. Escuchar respuestas, por muy buenas que sean, de muy poco sirve si no se logra darles significados.

Días atrás terminé de leer un libro delicioso: El estilo del periodista, del español Alex Grijelmo. En uno de sus capítulos, el autor cuenta la anécdota de un colega de Radio Nacional de España, quien le pidió al ya desaparecido don Manuel Fraga, por entonces líder de la derecha ibérica, que resumiera la conferencia que acababa de pronunciar: 
-Crisis económica, crisis de relaciones sociales, crisis de legitimidad, crisis de inseguridad, de derecho… ¿Nos podría un poco resumir todo esto? –preguntó aparatosamente y sin definición el reportero.
Fraga se rascó la coronilla, como quien evalúa qué contestación dar a una pregunta demasiado abarcadora, y a todas luces carente de una buena formulación. Pasados algunos segundos,  respondió:
-Bueno, joven, yo acabo de dictar una conferencia y a usted es a quien corresponde resumirla. Para eso vino a cubrirla, ¿verdad?  Yo lo único que puedo hacer es repetírsela. ¿Está de acuerdo?
Y el pobre chupatintas no hizo otra cosa que cambiar de color.
Otra anécdota aleccionadora que me encantó la encontré en Internet. De nuevo un periodista entrevistador se mete en una situación asaz embarazosa por no ponerle límites a su pregunta, máxime tratándose de un  tema de alta complejidad, incluso para los especialistas. Lean:
En cierta oportunidad, un periodista inexperto le preguntó al laureado científico  alemán Albert Einstein, Premio Nobel de Física:
-¿Me puede explicar en qué consiste la Teoría de la Relatividad?
Con la agilidad mental de siempre, Einstein le devolvió la pregunta:
-¿Me puede usted explicar cómo se fríe un huevo? –le dijo.
El periodista lo miró, extrañado. Y, acto seguido, le respondió:
-Pues sí, claro que puedo explicarle cómo se fríe un huevo.
Y Einstein, con una sonrisa de triunfo en los labios, le replicó:
-Bueno, pues hágalo ahora mismo. Pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite ni el fuego».
Y nuestro colega, abrumado y confuso, no supo qué decir.
En resumen, la auténtica pregunta periodística demanda preparación, no improvisación; requiere especificidad, no generalidad. Solo las buenas preguntas obtienen buenas respuestas.   

Por Juan Morales Agüero


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