Terminó la serie de play off, pero de béisbol se seguirá
hablando durante meses. ¿Es que acaso ese deporte no forma parte del ADN
nacional? La pelota, en gratitud, le ha legado al discurso popular un glosario
de expresiones al que todos hemos apelado alguna vez. Veamos:
Si alguien es pillado con las manos en la masa, se le
considera «cogido fuera de base». En cambio, estarse «quieto en base» es no
meterse en problemas. «Esconde la bola» quien culta algo en provecho propio. Y
si ante una coyuntura difícil adopta la
peor de las decisiones, pues «se fue con la bola mala». Y puede que hasta «se
le complique el inning».
De quien se halla en situación complicada, el habla popular
dice que está «en tres y dos». Y si no se esmera en resolverla y al final
fracasa, «se dejó cantar el tercero». En cambio, si aprovecha una ocasión, es
porque le «hizo swing» o le «tiró a la buena». Lo triste es cuando sus
expectativas no se vecumplen. Entonces la víctima queda «con el bate al
hombro».
De un superior pusilánime, sus subordinados comentan que «no
tiene nada en la bola» o que es un «out por regla». Y de otro muy estricto, que
«está por la goma» o que «pitchea bajito». En el caso de que alguien acceda a
un puesto importante, se dice que «llegó de flay». Y si luego lo separan por incompetente, sencillamente «explotó». La
búsqueda discreta de un sustituto significará que hay «movimiento en el
bullpen».
Puede ocurrir que un candidato a ocupar una plaza
exigente reciba esta advertencia: «oiga,
amigo, esto aquí es al duro y sin guante». Si tiene en cuenta la observación en
su futuro ejercicio es porque «cogió la seña». Y si después de que lo aceptaran
consigue resultados espectaculares, fue porque «le dio a la pelota en la misma
costura» o «la botó de jonrón».
De quienes esquivan responsabilidades con todo tipo de
excusas se dice que «meten curvas». Y si acuden a la mentira, pues «meten
líneas». Alguien enviado expresamente para resolver un conflicto, es un «bateador emergente». Si logra su objetivo,
«salvó el juego». Y si impide que un
rufián se salga taimadamente con la cuya, «lo dejó al campo».
De la reunión que comienza a una hora, pero cuya terminación
nadie es capaz de predecir, se asegura que, a semejanza de los batazos entre
dos jardineros, «la bola pica y se extiende». Y si en esa misma reunión a
alguien se le ocurre hablar cuando ya los presentes se disponían a irse a casa,
se suele decir que lo hizo «a la hora de recoger los bates».
No acertar en ningún propósito durante un margen de tiempo,
tanto en lo sentimental como en lo profesional, es caer en un «slump» o «irse
en blanco». Y si, utilizando artimañas, se logra escapar de una celada, es
«dejársela en el guante» al persecutor. En el caso de que se quiera evadir a
una persona incómoda, lo mejor es «tirarle cuatro bolas malas».
Queda tela por donde cortar. Un «cambio de bola» es una
contraorden que toma a todos de sorpresa. Alguien que exhiba ineptitud es un
«foul a las mallas». Y si una decisión sobre un asunto puede parecer
paradójica, se afirma que no hay razón para inquietarse demasiado, porque, en
definitiva, «la pelota es redonda y, sin embargo, viene en cajas cuadradas».
Nuestra pelota estuvo de pláceme por estos días con la final
de nuestro campeonato doméstico. Los graderíos volvieron a colmarse. De este contexto seguramente surgió alguna nueva expresión que refleje cuán hondo
cala en las simpatías criollas el bien llamado deporte nacional.
Por Juan Morales Agüero