Hoy 20 de octubre de 2020, el Himno
Nacional de Cuba cumple 152 años de existencia. Un día similar de 1868 los
primeros mambises criollos, al mando de Carlos Manuel de Céspedes, ocuparon la
ciudad de Bayamo, 10 jornadas después de que el insigne patricio se alzara en
armas y les diera la libertad a sus esclavos en su ingenio La Demajagua.
Cuentan que durante el combate los bayameses comenzaron a tararear
cierta marcha compuesta por un abogado local. No conformes con eso, pidieron al
propio autor –Perucho Figueredo– una letra para cantarla. «Es allí –dice
un autor- donde Perucho, acosado por el tumulto que le solicitaba a
gritos la letra de nuestro himno, sacó lápiz y papel de su bolsillo y, cruzando
una pierna sobre la montura de su corcel, vació en los moldes del verso la
melodía ardorosa de sus estrofas y pronto, volando la copia de mano en mano, a
coro con la música, brotó de cien labios a la vez el himno a la Patria».
La marcha, nombrada inicialmente La
Bayamesa, tuvo un suceso previo. El 14 de agosto de 1867 se dieron cita en
la residencia de Perucho Figueredo los patriotas Francisco Maceo Osorio
y Francisco Vicente Aguilera. Este último le pidió al anfitrión que compusiera
un himno de corte emancipador. Perucho aceptó y esa misma madrugada
quedó lista la partitura del Himno de Bayamo, evocación de La
Marsellesa, entonces símbolo universal de rebeldía.
Como no conocía mucho de orquestación, el autor le entregó la flamante
marcha -concebida para ejecutarse al piano- al maestro Manuel Muñoz Cedeño.
Soñaba con oírla en un lugar público. La oportunidad se le presentó el 11 de
junio de 1868, durante la fiesta del Corpus Christi, en la Iglesia Mayor
de San Salvador de Bayamo, celebración oficiada por el sacerdote José Diego
Batista. La pieza fue escuchada por el gobernador y jefe militar de la ciudad,
teniente coronel Julián Udaeta, presente en el templo junto a su séquito. Perucho
fue llamado ante el oficial para que rindiera cuenta. Ante la reclamación, el
patriota le expresó: «Señor Gobernador, no me equivoco al asegurar que no es
usted músico. Por lo tanto, nada autoriza a usted para decirme que es un canto
patriótico». El español le replicó: «Dice usted bien: no soy músico. Pero tenga
la seguridad de que no me engañó. Puede usted retirarse con esa certidumbre».
Para el bardo bayamés fue de gran alegría, pues comprobó que hasta el
enemigo había captado el mensaje. Aunque desde entonces La Bayamesa fue
el himno de la revolución en ciernes, ningún texto constitucional en armas lo
reconoció oficialmente como tal. No fue hasta la Constitución de 1940 cuando
los delegados aprobaron como el Himno Nacional de Cuba sus primeras dos
estrofas. Los historiadores especializados en el tema consideran que aquel
himno de 1868, en tanto «canto pleno a la insurrección libertadora y a la
abolición de la esclavitud, (...) además de expresión y símbolo más alto y
genuino de nuestra cultura nacional», protagonizó, precisamente, uno de los
primeros grandes actos culturales y nacionales de nuestra historia patria en el
más amplio sentido.
José Martí insertó la letra del himno en Patria, órgano del
Partido Revolucionario Cubano, el 25 de junio de 1892, en versión para voz y
piano bajo la firma de de Emilio Agramonte. Lo reprodujo nuevamente el 21 de
enero y el 14 de octubre de 1893, en un claro intento de que las generaciones
nuevas lo conocieran. Dijo el Apóstol que lo hacía «para que lo entonen todos
los labios y lo guarden todos los hogares; para que corran, de pena y de amor
las lágrimas de los que lo oyeron en el combate sublime por primera vez; para
que espolee la sangre en las venas juveniles, el himno a cuyos acordes, en la
hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el
pecho de los hombres».
Aunque en sus orígenes tuvo seis estrofas, el Himno Nacional de Cuba
figura hoy entre los más breves del mundo. Más de una vez fue objeto de
arreglos armónicos y poéticos. En 1889 un grupo de expertos propuso a la
Asamblea de la República suprimir los versos que aludían a España, porque ya
había concluido la guerra. Por eso son casi desconocidas esas estrofas donde se
pide «no temer a los iberos».
Fue el músico cubano Antonio Rodríguez Ferrer (1864-1935) quien más
contribuyó a la introducción marcial del himno. Utilizó para ese fin la copia
autógrafa que el propio Perucho Figueredo le regalara a la niña Adela
Morel, hija de un simpatizante de los insurrectos. Además de su inestimable
valor histórico, esa pieza es la única que se conserva de él. Salió a la luz
pública en 1900 y se encuentra en exhibición en el Museo Nacional de la Música.
Finalmente, en 1983, el investigador y musicólogo cubano Odilio Urfé presentó a
la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba una ponencia con la versión
definitiva de nuestro Himno Nacional. La pieza fue refrendada por la Ley de los
Símbolos Nacionales y editada en partitura y fonograma para que fuera del
conocimiento público.
La vida de Perucho Figueredo estuvo ligada en pleno a la libertad
de su Patria. Lo capturaron en las proximidades de Jobabo, aquí en Las Tunas.
Tenía los pies tan llagados que apenas podía dar un paso. Así lo llevaron hasta
Santiago de Cuba. Condenado a muerte, solicitó un coche para ir al pelotón de
fusilamiento. Solo le ofrecieron un burro. «No es el primer redentor que
cabalga sobre un asno», dijo a sus captores. Lo fusilaron el 17 de agosto de
1870. Cuba instituyó el 20 de octubre Día de la Cultura Cubana. Se trata
de una fecha histórico-cultural, porque, como ya se ha dicho, «conmemoramos la
ocasión en que nuestro Himno Nacional se cantó por primera vez y alimentó el
patriotismo del pueblo».
Por Juan Morales Agüero